¡¡Para empezar, porque a muchos de nosotros no nos gusta que nos digan que hacer!! ¡Es la verdad!
Las dietas son un sinónimo de represión y desafortunadamente tenemos en el cerebro una voz que siempre nos incita a hacer lo contrario a lo que nos dicen.
Es muy posible que a muchos de nosotros nos guste estar en la casa y no nos moleste pasar un fin de semana entero viendo tv o simplemente relajándonos. Pero, cuando nos dicen que no podemos salir, por que hay una pandemia, ya la idea no nos gusta. ¡Nos desesperamos!
Somos como los niños pequeños, nos dicen que no hagamos algo, y adivina qué? Mas ganas nos dan de hacerlo.
Las dietas se encargan de mostrarnos día a día todo lo que NO podemos comer. Fuera de eso nos limitan a ciertos alimentos que muchas veces ni nos gustan. Así que el placer de disfrutar la comida sale de la ecuación.
A esto súmale que, si tienes una vida social, la dieta es un limitante grande. Especialmente cuando no tienes control de las situaciones. No puedes llegar a la casa de tu suegra a exigir que te sirva los 20 gramos de pollo, tus 25 gramos de quinoa y tus tres brócolis hervidos. Seamos realistas, es incomodo y complicado.
Lo mismo pasa cuando salimos a un restaurante, ahí es donde se pierde todo el impulso ya que las opciones pueden ser limitadas.
¿Y que decir de estar contando calorías o puntos? O de remplazar comidas por malteadas que te dejan con hambre y sientes que estas pagando una penitencia.
Nada que se perciba como represión o tortura va a funcionar. Es posible que bajes algunas libras, pero luego las vas a volver a recuperar. ¿Por qué? Porque eres humano, por que las dietas no son sostenibles.
Lo único que funciona es el balance. Es aprender a hacer mejores elecciones. A entender que para cada alimento siempre hay una alternativa mas saludable. Antes de comenzar una dieta, ayuno, tratamiento o programa, pregúntate: ¿es esto algo que podría hacer por el resto de mi vida?